11 Jun 2016

Leucopenia.

La costumbre de sentirme débil
de encamarme con la enfermedad
hacerme uno con ella y amarla
quererla a ratos,
pensarla en mitad de la noche con tedio
con la apatía de todos los días
con las ganas de quién va al trabajo
en el transporte público lleno
con las ganas de bajarme en cualquier esquina
o de no bajarme nunca
o de chochar en todas las esquinas
y descansar de una vez por todas.

Tiro al aire.

Entonces me vi preguntándome cómo invitarte a salir
lógicamente pensarás que estaba bromeando
aunque sabes bien que siempre digo las cosas en serio
aunque suenen a payasada
o tontera
o juego.

Divagaba entre preguntas posibles
quería ser lo suficientemente explícito
quería decirte que no era sólo salir
o compartir
o comer lo que pensaba.

Las analogías me son esquivas
ya sabes que las lecturas me influencian
y de tanto leer 'enformes de progresos'
me volví un poco como Algernon.

Ya te ibas de mi mente
cuando disparé
sin pensar mucho
y a pesar de las muchas vueltas que le dí
mi pregunta:
May I be able to flank your defenses?

La cagué, lo sabía.

Ya no había forma de decirte
que me gustaría mirarte de frente
que confiaras en mí
que esta vez,
como casi todas las veces,
hablaba en serio.

Y bueno,
pedir flanquear tus defensas
puede sonar hasta pervertido
o a algún juego relacionado a mis glóbulos blancos
o alguna cosa sin mucho sentido
que podría decir en cualquier momento.

La cagada ya estaba
y no había nada que limpiar.
Tan seguro estaba de haber metido la pata
que ni si quiera me quedé a esperar tu respuesta
podrán decir que me acobardé
que temía otro rechazo
y seré honesto:
es verdad.

Pero también es verdad que quería hacer como si nada
que quería retroceder el tiempo
y disparar otra pregunta
aunque tuviera por cierto que fallaría de nuevo
y que tu silencio e inseguridad
terminarían por mermar mi voluntad,
pero así al menos,
aunque fuera tan vana como siempre,
tendría la esperanza
y eso me sería suficiente
por ahora.







Chulengo

Chulengo tiene ojos café profundo
con manchas de abandono por todos lados
con motas de tristeza por todo su pelaje
con ganas de jugar por todo su cuerpo serpentino
que se extiende en una caricia eterna
a quien comparta con él un poco de ese camino agreste
que va dejando huella en sus orejas caídas.

Chulengo me siguió a todas partes desde que cruzamos mirada
no se alejó de la cabaña en toda la noche
no dejó sola la bicicleta mientras yo estaba en reunión
y se las ingeniaba para llegar donde sea que me encontrase.
Me defendió, como el quijote a dulcinea, 
de amenazas ingentes y macabras:
si bien no había molinos;
caballos, ovejas, humanos y también otros perros
se erigían atemorizantes en nuestro camino.
No valía la pena explicarle a Chulengo 
que no era necesario
que ese afecto se lo daba gratis
que no me debía ninguna lealtad
y que me conformaba con haber compartido con él 
un pedacito de ese camino 
que tan ajadas tiene sus esperanzas 
y que terminara abrupto en la rampa
en medio de la oscuridad
perdiéndose entre la niebla
y una lancha con nombre de mujer
que me llevara de nuevo
donde los caminos son más duros
y más largos
y ahora también
un poco más solitarios.

No soy alfa.
No soy asiduo a la lucha por la reproducción
no despierto transpirando testosterona
no disfruto de la desgracia ajena
no gozo de placer por hacer sufrir a alguien
por mucho que no exista mutua correspondencia
ni me gusta ser el primero del grupo.

Eso sí, aclaro,
soy humano.
Me equivoco. Harto. Más que el promedio
me atrevería a decir
sin base estadística alguna.
Soy torpe con las palabras
sobre todo cuando son acechadas por el afecto o el cariño.

(...)



Tengo problemas con la autoridad,
me dijo al mismo tiempo que se autodenominó autoridad.
Los problemas los tenía yo, decía,
que parecía cuestionar la autoridad.
Los problemas no eran de mi compañero
que parecía estar de acuerdo con la autoridad
en todo lo que la autoridad decía.
Los problemas eran míos
por pensar distinto de la autoridad
y cuestionar
y preguntar
y criticar.
Pero no había problema en anularse
en quedarse callada
en dejar pasar
en no reaccionar
o lamer botas,
porque a la autoridad no le molesta
ese tipo de conductas.

Por eso la autoridad no pone problemas en esas personas
ni les cuelga etiquetas de problemas mentales
ni les pega stickers de enfermedades variopintas
o conductas antisociales.

7 Jun 2016

Nota al margen

Notas para mí:
Nunca me habían dicho "tomi" de modo sostenido en el tiempo y no deja de ruborizarme un poco cada vez que me siento "apelado" con ese nombre tan cariñoso. Lo más cercano que recuerdo es la a la Leo llamándome TomyBoy, aunque era más algo simpático que tierno, o ambas. De algún modo el recibir un apelativo amable y diminutivo me hace sentir más dócil, más pequeño, más calmo, incluso más querido. Pero no fue sino hasta hoy que me llegara un audio en el que no me di cuenta en primera instancia del apelativo usado, denunciando mi quizá torpe e inmadura costumbre al mismo. No fue sino hasta que me lo repitieran muchas veces que me lo creí, que de verdad yo también podía ser tratado con cariño sin una burla detrás.

5 Jun 2016

Sé que por razones "técnicas"
ya no estás al alcance de un abrazo de distancia.
Más bien razones políticas,
y no me refiero a nuestras distintas formas de arreglar el mundo
sumidos en la calma de alguna comida o bebida compartida
sino a...
Ah... la verdad lo único que me da lata de toda esta situación de cierre de caminos es no poder viajar y quedar al alcance de un abrazo tuyo; o no poder recordar con mi piel la sensación de tu mano y la mía jugando por su cuenta mientras el mundo impasible sentía el suceder de las estaciones. O, en caso de ser posible y de no caer en la vulgaridad de pedirle demasiado, ambas. Usted sabe que no soy demasiado ambicioso, que la paciencia de los bosques me ha enseñado a sentir con detenimiento el movimiento de las hojas y que no conozco otra forma de decirle lo que siento.