4 Jul 2010

Yo... Confieso Cap. 107 - 124+1

Yo tenía claro que no quería entrar a la cato. Sabía que en algunas cosas la cato es mejor que la Chile, pero no quería un ambiente 'lais' ni conservador. No quería tener tantos profes de derecha, menos aún si son de derecha conservadora. El Thor me decía que no importaba, que la cato igual era buena. Yo sabía que era porque él estudio en la Potificia del Puerto y posiblemente extrapoló esa experiencia a la PUC, donde dijo que había estudiado, pero menos tiempo. A ratos igual me entraba el miedo fundado de que no me alcanzara el puntaje, porque sé que soy flojo cuando se trata de hacer las cosas a la fuerza, como estudiar para la PSU. Además estar dos horas haciendo un ensayo era una proeza considerando que como máximo puedo estar concentrado cerca de 1 hora, y eso es en casos excepcionales, porque lo normal es media hora. Si estoy escribiendo es distinto, ahora creo que puedo pasar fácilmente tres o cuatro horas escribiendo sólo parando para ir al baño o moverme un poco cuando se me duermen las piernas. La cuestión es que no sabía muy bien qué quería, pero sabía qué NO quería. Tampoco quería derecho, yo decía que era por fome, pero en verdad no me gusta la soberbia de los abogados. Sé que soy soberbio también, pero allá las personas se lo toman en serio. Al menos eso creía en ese entonces. Además sentía que allá iba a encontrar mucho del exitismo propio de las élites, esa competitividad que siempre me ha molestado bastante. Prefería algo más relajado. Me gustaba la filosofía política y estaba en el taller de filosofía política. Era bien poco lo que sabía, desconocía el alcance de los que significan las ciencias sociales y la información que me daban era sobre profesiones, cosa que nunca me agradó mucho. 'Lo mío' (si existiera tal cosa) era otra cosa, algo más relajado, menos rutinario. Pensé en Ciencia Política, me agradó la escuela de verano que hice. Nunca pensé en ejercer, yo quería estudiar. Era pequeño y simple, para mí el mundo era como yo: pequeño y simple. Después vería como me las arreglaba para sobrevivir, no quería muchos lujos y no tenía grandes necesidades. Estaba pololeando, pero llegó un punto en que sólo la mitad de las veces me proyectaba acompañado. A ratos, quizás pocos momentos, pero de extrema lucidez, sabía que esa relación se iba a acabar, sabía que llegaría el momento donde ella me dijera "I don't love you anymore, goodbye" o algo por el estilo. Algo más como "es tiempo de crecer". Fue así, o "algo" así, ya no lo recuerdo tan claramente. El asunto es que no sabía lo que quería, no sabía a lo que me metía y no sabía que de todas formas daba lo mismo. Di la PSU con un discurso relativamente coherente contra ella, para mí era fácil porque sabía que me iba a ir relativamente bien aunque nunca hubiera hecho un ensayo de Historia y aunque mi atención sólo durara por una hora, por lo que tenía que lograr avanzar lo que más pudiera en ese lapso de tiempo de modo de responder las preguntas que requerían de más atención. Siempre hice, los pocos ensayos que respondí, al revés. Partía del final, porque pensaba que eran de dificultad progresiva. Hice, durante todo el 2006, como tres ensayos de lenguaje. Dos en el colegio, de los que sólo uno fue en serio; y uno en mi casa que le prometí a la vale que lo haría. Di la maldita prueba y me fue relativamente bien. Yo pensaba que me había ido mal, creía que toda la gente sacaba sobre 700 en todas las pruebas y yo tuve dos bajo esa marca (aunque fuera por un punto en el caso de lenguaje.) Postulé, decididamente, a "ciencia política en la Chile". No sabía que implicaba AP también, pero no me molestó. De todas formas siempre hay algo que lo embarra todo, si hubiera sido Ciencia Política sabía que odiaría todo lo que tuviera que ver con la democracia, lo que es mucho decir. Entonces me parecía entretenido el debate filosófico al respecto, la tontera de los griegos y detalles históricos del XVIII-XIX contra la democracia; pero con el tiempo me di cuenta rápidamente que todo era basura y que decir democracia era lo mismo que decir cosa o wea'. Al principio no me gustó la universidad, los servicios eran deficientes, y como todo buen mechón, siempre estaba perdido. Me agradó, eso sí, que el espacio era frío y que nadie me conocía. Quería mantener esas cosas tal cual, como si el primer día no avanzara. De todas formas me vi expuesto a la necesidad de socializar un poco, tampoco soy misántropo -aunque en aquél tiempo estaba mucho más cerca que ahora de serlo. Conocí un par de personas y sería. En general me parecían estúpidos y estúpidas las personas. Eso porque yo, en mi engreimiento, creía saber mucho. Ellos eran bastante incultos desde mi punto de vista, mis compañerxs eran tontxs y se preocupaban de cosas baladíes. No veían noticias internacionales, no sabía de filosofía, no leían los informes de los organismos internacionales y desconocían muchos conceptos que para mí eran básicos. No los conocía, sólo los juzgaba. De todas formas no me caían mal, sólo que los subestimaba en sus capacidades cognitivas. Yo creía que la universidad iba a ser algo distinto, un lugar de intelectuales, pero no fue así. Eran humanos, demasiado humanos para mi gusto. Con suerte conocían a Marx y a Nietzsche, ni hablar de Hobbes, Locke, Montesquieu, Heráclito o Foucault. palabras como apeiron no pertenecían a la jerga de moda. Me desilusioné rápidamente, me di cuenta que estaba en Chile y no en París. Estaba en el siglo XXI donde no sólo la aristocracia participaba de la educación terciaria (motivo mismo por el cual yo era partícipe de ella). Me di cuenta que esas discusiones no se dan en la Universidad porque se dan en las reuniones sociales de la aristocracia de hoy en día. Allí se piensa cómo gobernar, qué hacer con el sistema de partidos, cómo sería mejor perfeccionar nuestra democracia, etc. Discusiones vacías de significado y carentes de relevancia, pero, por lo menos, más entretenidas que saber los eventos de la última borrachera de no sé quién. Pero como me di cuenta rápido que la universidad era otro colegio más donde los estudiantes esperan ser iluminados por la élite intelectual del país que hace clases en la Universidad de Chile, re-situé mis expectativas. Quería que la universidad me quitara la menor cantidad de tiempo posible, tenía menesteres más relevantes que estar perdiendo mi tiempo con contenidos prescindibles y repetidos. Pasó, luego, que perdí mi cable a tierra, Valentina. La perdí contra su imposibilidad psíquica y mi incapacidad de 'mejorarla'. Si, todo eso me marco, pero eso será para otro capítulo. Al tiempo ya conocía a más personas, estaba más inserto en el mundo de la U, un mundo que no era el mío y sigue no siéndolo. En segundo entré en crisis y dejé los libros densos, dejé la filosofía y los debates elevados quizás alentado por el desaire de la universidad. Comencé a darme cuenta que la Chile no era lo que yo quería. De todas formas creía que la cato podía ser peor. Por lo menos había diversidad, pero me di cuenta que la mentalidad conservadora es algo que está más allá de las fronteras de las iglesias. Me ha costado encontrar gente liberal, aunque sea de derecha, pero de mente abierta. La homofobia está muy arraigada y sé que no contribuyo con mis "chistes" o frases ridículas. La intolerancia sigue impregnada como el olor de cigarro en los dedos o el pelo. Durante bastante tiempo me engañé pretendiendo grandilocuencia y saberes varios, generé una imagen distante por miedo, devine inconstante porque así mi experiencia me ha enseñado que son las cosas, un rato están y al momento desaparecen. Devine inconstante para lxs demás, porque otrxs lo habían sido conmigo. Me di cuenta que las cosas no tenían sentido, y comencé a darle sentido a las cosas. Inventé muchas cosas, pro mi invento más glorioso fue la coraza que porto. Sé que los demás también tienen, pero eso no importa. Comencé a ser honesto conmigo, y así como el día que descubrí que ni la vida ni las drogas tenían sentido, por lo que las dejé a ambas; me di cuenta que no quería ser un intelectual de sillón ligado a cafés y conversaciones siúticas, no quería ser de la Chile ni de la cato, no quería la competitividad estúpida que me tiene cansado de levantarme en las mañanas, no quería los deberes absurdos que siempre me agobian hasta exprimirme. Cambié de norte y me vi desde fuera, viré hacia el sur y quise ser parte de eso que vi como turista. Volví. Me demoré un tiempo en dejar de ser turista, pero lo conseguí a medias. Ahora sé que alguien me espera, pero alguien en abstracto, porque no creo que alguien en concreto me espere sino hasta que haya llegado. Volví a la U con ímpetu, pero la mente en blanco. Sin darme cuenta evitaba pensar demasiado. Pasó rápido aquél año, volví a los libros densos y me di cuenta que sí había aprendido bastante estos años. Terminé dándome cuenta que ahora podía escribir más que antes, los ensayos podían llegar a las 40 páginas y aún quedaban cosas afuera. Ahora podía leer a Hegel en el metro, a Marx en la micro y podía buscar cosas nuevas en silencio. Llegué a la violencia, y comencé a divertirme un tiempo mientras me tiraba señuelos falsos que no me molestaba en recoger. Terminé el año pensando en el mundo académico, terminé pensando en aplazar el viaje al sur y darme un poco de tiempo de vida en la ciudad agarrado de los libros, los doctorados y la posibilidad de un viaje a Europa. Mis profesores insistían, y cada vez más, que no tenía que quedarme en Chile, creo que pensaban que me iba a perder si me quedaba, que me iba a apagar de apoco y que el nivel mediocre de los Masters en Chile me pesarían a la larga como tiempo despilfarrado. Yo sabía lo que pensaban de mí, algunos me lo decían directamente cundo me pillaban por los pasillos. Creían que yo era relativamente inteligente y querían que me potenciara. Yo sé que no tengo dinero para pagar estudios en el extranjero. Casi postulé a una beca a España, pero no quise. Existía la posibilidad que fuera yo y no Álvaro, lo que hubiera sido injusto, él quería ir más que yo. A mi papás les dije que fue por razones médicas: mi leucopenia. Este año fue distinto, en vacaciones llevaba todo el ímpetu de lograr ciertas metas, quería publicar artículos, viajar y postular a una beca afuera. Estuve a punto de irme a Canadá, pero desistí. No fue por miedo ni cobardía ni porque algo me amarrara a Chile (aunque si tuviera que elegir, la última creo que es la más plausible). Fue desidia, rabia, impotencia. Este año me di cuenta que la élite que iluminaría a los estudiantes lumbreras de Chile, esa élite que hace clases en la 'Casa de Bello', está tan podrida como yo creía que estaba la facultad de derecho. Hay excepciones, es cierto, pero son excepciones que se apagan de a poco. Poco a poco, igual como se van apagando las velas, he dejado de mentirme y dejé también la idea absurda de viajar al norte. No me refiero a Arica ni a Ecuador, más al norte. Al 'primer' mundo como si allá estuviera la cultura que me agrada, esa cultura fome y neurótica. Ni si quiera sé si quiero seguir en lo que estoy, me inscribí para dar la PSU. Quiero pedagogía básica. Lo sabía desde antes, lo sabía desde que mi relación con los niños es bastante más fluida de la que tengo con los adultos, lo sabía desde que los adultos aparecieron sabiéndolo todo y sin posibilidad de sorprenderse más allá de la decepción, lo sabía desde que soy un cobarde que no acepta el precio de la victoria y que prefiere perder toda su vida, desde que soy incapaz de asumir la responsabilidad de tener que responder a alguien por miedo a fallar, por miedo a no estar cuando me necesiten, por miedo a que pase lo mismo que me ha pasado a mí todo este tiempo. Yo creía que los demás eran adultos y que yo era Peter Pan; yo me veía fresco y lleno de vida, mientras pensaba que los demás se iban anquilosando. Y sin darme cuenta pasaron casi 4 años y volví al mismo punto de partida. No tengo claro qué quiero hacer con mi vida, no sé si quiero irme ya o esperar un tiempo, pero sé qué NO quiero hacer: no quiero quedarme... quieto.

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