8 Mar 2009

III

Mis sentidos ya no se alteran, permanezco apacible ante la caída de la humanidad, permanezco al margen de sus pesadillas. Mi cuerpo no es tocado por las manos del rencor, no es azotado por la ira; es un desconocido a las pasiones más bajas que la humanidad ha creado. La transvaloración es el primer paso, yo soy el último. Después de mí, la nada: un vacío que se llena lentamente de cotidianidad, una y otra vez, con movimientos pendulares que oscilan entre ser y no ser, existir y dejar de hacerlo.

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