10 Dec 2009

Ah!!!!!! AAAAH!!!! AAAAAAAAAAHHHHHH!!!!!!

Hay distinciones que nunca cuestionamos, o que en nuestras vidas cotidianas no está si quiera inscrita la posibilidad de cuestionar. Ninguno de nosotros, a menos que epistemólogo o vinculado a las ciencias cognitivas, se detiene a pensar sobre las categorías de memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. Honestamente el tema reviste de una profundidad inconmensurable y tanto es así que ni si quiera me propongo cuestionar semejante división, de hecho me parece simpática e incluso útil. Nada más agradable que dividir la memoria según el plazo sin por ello coartar la posibilidad de múltiples clasificaciones más.

"Es como andar en bicicleta". Exactamente, evocamos la memoria a largo plazo. Qué bien! Qué bien! Pero la memoria es una maldición que puede atrapar a cualquiera. Dicen de un hombre que no podía olvidar y que fue condenado a recordar todo, todo de cuanto estaba consciente. Había momentos que parecían tan irrelevantes, pero debido a su condición, no podía olvidarlas, no podía discriminar y quitarles importancia, porque el recuerdo vívido le hacía pensar que algún significado oculto habitaba, que por algo lo estaba recordando, porque estamos muy acostumbrados a pensar que si recordamos mucho a alguien es porque debe ser importante; o que si olvidamos algo es porque no nos importaba. Lo cierto es que para él semejante afirmación era totalmente baladí, recordaba todo; a ratos tenía que dejar de vivir, porque lo único que hacía era generar nuevas memorias las que se aglutinaban en su cabeza como infinitos impulsos eléctricos que lo recorrían al mismo tiempo.

Con el pasar del tiempo y la constante generación de recuerdos y experiencias todas memorables, ya no era sólo su cabeza el espacio destinado a recordar, sino que comenzó a recordar con el cuello. Los recuerdos que se apresuraban a obstruir su garganta eran especiales. Todos sabemos a qué tipo de recuerdos me refiero y no quisiera hacer más mención de ello. Lo cierto es que la garganta se hizo pequeña y el cuerpo todo no era apto. Imagínense a alguien recordando con las uñas, qué tipo de recuerdos habrían de ser evocados! ¡qué tipo de memorias y qué experiencias más extrañas! El cuerpo fue aprendiendo a recordad, surgieron nuevas formas de memoria, pues no bastaba con la memoria de corto y largo plazo. Era necesario inventar nuevas formas de memoria y las encargadas fueron las manos.

Es sabido que hay sentidos que nos comunican con el exterior, con el mundo que se encuentra allende la piel, pero entre los que conocemos, el más adecuado para depositar las memorias no fueron sino las manos. Dado que las palabras eran insuficientes del todo y que los gritos provocados por las pesadillas habían provocado una disfonía tremenda, las manos se preocuparon de generar una nueva forma de memoria que ayudase a descongestionar el cuerpo que se atestaba constantemente de recuerdos imposibles de almacenar. Fue bastante abrupto este quiebre, es como que de un día para otro te digan que tienes que pensar con las manos. A primera vista resulta de verdad complejo aprender a recordar con las manos, pero lo que muy pocos saben es que las manos son como las conexiones usb, es decir, van directo a la placa madre. Del mismo modo las manos están conectadas internamente de manera directa con nuestra placa madre. A primera vista parece predecible lo que viene, pues si las manos son como conexiones usb, basta con conseguir dispositivos de almacenamiento masivo usb para haber logrado la meta. Lo que las manos hicieron fue no sólo generar un lenguaje nuevo, así como el de señas que ocupan los sordo-mudos, pero con sus evidentes variaciones que explicaré luego, sino que mediante la comunicación producto de este lenguaje fue capaz de traspasar a otras personas los recuerdos que tanto agobiaban a este hombre que no podía olvidar. Era una suerte de masajes, pues el lenguaje consistía en el contacto con otros cuerpos. La forma del contacto y, más importante, lo que había subyacente tras el contacto era la clave para este código. No, no es la intención del contacto, sino todos los intersticios que se encuentran ahí, en el momento mismo del contacto entre dos cuerpos.

Resultó imposible, para mí, poder describir lo que sucedía. Sólo pude ser testigo de cómo mis manos eran capaces de pensar por si mismas y hacían cuanto quisiesen. No era como yo lo había imaginado, pues yo pensaba en manos gigantes y pesadas. Recuerdo que era algo más que piel lo que estaba en contacto con los demás cuerpos y ahora comprendo que haya recuerdos guardados en algunos objetos que suelo llamar "de valor simbólico".

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