31 Jan 2014

ABC – Ad Porcos (spoiler)

Ad porcos relata, en primera persona, el encuentro de su protagonista con Perla, una mujer con quién compartiera una última noche en Montevideo. Maravillado de ella, y ya de regreso, un amigo le clavó una pregunta.

 “- Y si le gusta la mujer ¿por qué la deja?”

(…)

Pasa un tiempo y conversando con Cecilia, su entrañable amiga, se entera del paradero de Perla. Ante la noticia que Perla no sólo tenía un paradero cierto sino que lo recordaba se plantea ir tras ella, sabiendo que la dictadura tenía cerrado el paso a Uruguay. Perla había escapado a Europa, pues la habían soltado luego de una breve detención. Ante las noticias el protagonista se impacienta.

“Insistí:
- ¿Y si yo me largara a buscarla?
- Lo pasarías mal. La pobre, una loca, igual que todas las mujeres, habló de ti. Tú no entiendes esto: los hombres de verdad son reservados.
- No tanto. Si los oyeras en el club…
- De entrada irías preso. A la larga la embajada intervendría y quién te dice que por último no te soltaran. Lo pasarías mal.
El miedo no es zonzo, pero sí triste.”

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Son tres cosas las que me dejan pasmado de este cuento/estos fragmentos. La primera es la pregunta, como daga lanzada al descuido, que interrumpe el curso habitual de los eventos. Ese impacto de lo real lacaniano que te deja estupefacto, que te hace adquirir consciencia de ciertos aspectos evitados de manera inconsciente. Ese impacto de lo real que fuera para el protagonista, en cierto modo, también pude ser sentido, o al menos percibido, por quien lee.
El segundo aspecto es la incomprensión, la falta de tacto en la que tantas veces caemos sin darnos cuenta. Cuando Cecilia le dice “Tú no entiendes esto: los hombres de verdad son reservados” efectivamente no entiende aquello -y la respuesta es una sutileza tremenda del autor- como si de algún modo hubiese dos lectores de este cuento: quienes comprenden esa frase, y se quedan del lado de Cecilia, y quienes no la comprenden permaneciendo del lado de la respuesta del protagonista. Porque comprender esa frase o no hacerlo significa entender la diferencia entre una Perla realmente enamorada o una Perla fascinada de sí misma y su aventura.

El tercer aspecto es, inevitablemente, el cierre. Más allá de mi saludable compulsión hacia los cierres, la reivindicación implícita que hay hacia la racionalidad del cobarde, del miedoso; esto implica en primer término considerar que en el miedo hay una racionalidad y además, que  es una racionalidad “no zonza”, antes bien, una racionalidad en cierta medida, ‘justa’. 

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