14 Nov 2013

La pobreza es no tener para lo que se necesita, la austeridad es tratar de no necesitar demasiado. Casi siempre se puede ser pobre, o sentirse pobre al menos, pues lxs humanxs podemos incrementar nuestro espacio de necesidades hasta niveles insondables. Cuando se habla de pobres, sin embargo, no se hace alusión a la procedencia de esa pobreza, por eso es mejor hablar de empobrecidxs. Sea a causa de la privación y la injusticia que se niega la comida o el techo, o a causa de la invención de por parte de unx mismx de necesidades que agrandan esa esfera de lo necesario. El problema con agrandar la esfera es que para unx poder estar relativamente tranquilx, debe tener esas cosas que cree necesitar, y mientras más cosas se cree necesitar más difícil de alcanzar se vuelve esa tranquilidad. Un segundo punto sobre agrandar la esfera es que las necesidades suelen ser individuales y/o centradas desde una mismidad. Son necesidades para uno mismo, o en caso de ser percibidas como colectivas, son necesidades para nosotros. Siempre en primera persona. Cuando crece demasiado el espacio para las necesidades, se agranda, irremediablemente, el espacio de la mismidad, de la primera persona, del yo y el egoísmo. Se reduce la posibilidad de ver al otro, de comunicarse con un otro; se acrecienta la distancia con la tercera persona, se le transforma, incluso, en un objeto de necesidad: "eres algo más que necesito".
Por eso creo en la austeridad, no como habitar la pobreza de manera ridícula, sino como ese intento sincero, sobre todo sincero, de no necesitar demasiado y reconocer que desde la burguesía en la que algunos vivimos, ya tenemos más de lo que necesitamos. En la austeridad como el intento honesto de no necesitar demasiado, sacar la mirada del yo y fijarla en el horizonte, en todo eso que está fuera tratando de comunicarse con nosotrxs.

Sobre Roxana y la Revolución.

Roxana representa muchas cosas que no van conmigo. Yo no vivo en una población, no tengo una mamá soltera que trabaja, mi mamá tiene un título en PUC pero es dueña de casa. La palabra resentido me queda grande y no me siento dirigente de nada ni de nadie. No he vivido la experiencia de ser excluido sistemáticamente del 'progreso' que incluso oso desconocer, pues no tengo punto de comparación. Yo pertenezco, para decirlo en términos marxista, a la clase burguesa y ella, quizá, a una suerte de proletariado contemporáneo. Roxana, incluso su nombre suena tan distante del Tomás Alejandro que llevo a cuestas.
Y la verdad es que este es el punto medio, el punto donde reconozco quién soy, incluso reconozco que quiero seguir siendo un burgués, uno pequeño quizá, pero burgués de todas formas.
He escuchado/leído que Roxana carece de propuestas concretas, que le es gratuito hablar, que no posee proyecto revolucionario, etc. Críticas de distintos sectores que reconocen, sin embargo, que dice algunas cosas ciertas. He escuchado leído defensa de la candidatura de Roxana desde la proyección, desde identificarse con ella, pero desde la burguesía. Como si yo dijera Roxana es pueblo, yo soy pueblo. Yo no soy pueblo, y esos que he escuchado diciendo que también son pueblo, para mí, son personas que no entienden que quizá fueron pueblo, pero que hoy son élite. Unx estudiantx de la Universidad de Chile no es pueblo, es elite. Y sí, a la Chile llegan algunxs que fueron pueblo, eso pueblo que Roxana menciona y dice ser, pero estando en la Chile es poco probable ser pueblo, mucho menos habiendo salido de ella.
Creo que hay que saber reconocer que si se aspira a defender un proyecto revolucionario desde la burguesía, se cae en la doble militancia (siempre que se trate de un proyecto revolucionario de clase estilo marxista) y toda defensa resulta risible o, a mi juicio como debería entenderse, como un mero ejercicio intelectual. El proyecto revolucionario es mucho más simple, no nace en una universidad de una reflexión muy bien hilvanada, sino de la calle misma. El proyecto revolucionario es la Roxana, su intuición, no su falta de reflexión de los distintos elementos de la estructura capitalista, reflexión universitaria, obviamente. El proyecto revolucionario es eso que llaman lumpen, que incluso Marx, un buen burgués, llamó lumpen despectivamente. No reconocerlo es tener miedo, el mismo miedo de reconocerse burgués, de reconocer que el proyecto revolucionario del proletariado o de las clases bajas va directamente contra la burguesía de la que somos parte.
No tengo miedo de perder, incluso me gustaría en cierto modo que las cosas se inviertan, que sean lxs empobrecidos los que tengan el sartén por el mango y que si quieren dejen caer todo lo que había en él. No estoy dispuesto a luchar por uno ni por otro proyecto, ni por el revolucionario de las clases bajas, ni el conservador de la burguesía, en el que incluyo los intelectualismos baratos y reflexiones sin correlato en la acción, como este escrito por ejemplo.