30 Jun 2013

Antes era más fácil.

Cobarde.

Hace tiempo que no me sentaba
con las manos frías
frente a la famosa y siempre reconocida página en blanco.

Y es que un poco me arden las manos,
las cuerdas vocales del tímido
o cobarde,
que cree que tiene todo el tiempo del mundo.
Quizá sólo demasiado paciente...
Cobarde que ni a si mismo dice la verdad
ni si quiera la piensa
porque le duele.

Pero le arden las manos en ganas de escribir-le
porque de eso se trata
de tener ganas y no hacerlo
de mantenerse quieto
en silencio
como esperando que un milagro suceda
que baje Jesús de la cruz
o que encontremos la receta para la paz mundial.

Y se muere de la risa mientras espera
risa nerviosa, por su puesto
y se pone al borde del abismo
como si quisiera saltar
pero lo único que hace es aguardar las cosquillas
y riendo se aleja, corre a tierra segura
firme
y nuevamente se acerca,
hace como que no ha visto el borde del andén
camina con la mirada en su libro
-porque además le gusta imaginar personajes 'sofisticados'
medios 'hipster'-
como si no hubiera nada en su camino
y se acerca
paso
a
paso
al borde del andén
y casi por arte del magia
se detiene a un paso del suicidio-accidente
ese acto fallido tan sutil
y se asombra!
porque en su juego mental no había visto lo cerca que estaba
lo poco que faltaba para cruzar la línea
esa línea amarilla.

Y en eso se entretiene
hay días que le son más emocionantes
otros que ni si quiera tiene ganas de jugar
pero digamos que se la pasa
y la pasa bien
para ser vida de cobarde
de cobarde y solitario.



Quién te enseñó a disparar así?

Quién te enseñó a disparar así?
a quemarropa y por la espalda
con mano firme y fría
directo a la primera vértebra
paralizando el sistema nervioso en un instante.
Piadosa forma de disparar la tuya

Gracias de todas forma
por hacerlo frente a mí
por permitirme quedar prendado de tu delicadeza
abismado por tu frialdad
enamorado de tu sigilo
sangrando por dentro.
En silencio.







La gente confiesa cosas.

No soy lo suficientemente iluminado para poder poner un comentario inteligente sobre el hecho cierto que la gente confiesa cosas por todas partes. Me refiero a esas páginas que hay para confesar cosas. Me gustaría poder decir algo inteligente, algo como "la verdad es que este comportamiento se debe a..." pero no, no puedo, ya no.
Creo que es porque no me reconozco en un estatus epistemológico distinto de quienes confiesan cosas y desde la implicancia misma no se pueden hacer comentarios tan lúcidos o desasidos; desde el barro no se pueden hacer comentarios cristalinos. O tal vez sí, no lo sé, no lo creo.
Como decía (implícitamente), también me considero de los que confiesa cosas, es más, me gustaría confesar que quisiera mandar notas a esos medios, mensajes subrepticios para que alguien note alguna señal ambigua, de esas que dejan los psicópatas para que los pillen. Quizá algo escalofriante la analogía. Pero no tengo a quién, porque de tener cosas que confesar,eso siempre, todxs.


Coitus interruptus

Me ahogo en mis propias lágrimas,
que son pocas, porque mis lagrimales están algo obstruidos,
ya saben que el centro de la capital  es siempre tan sucio.
Pero aunque pocas, existen y me ahogan
entran directamente a obstruir la garganta
se toman de las manos y hacen un nudo
bailan
juegan a la ronda de San Miguel
y al que se ríe lo mandan al cuartel
porque es una ronda no-feliz,
es una ronda de lágrimas tomadas de las manos
que pudiendo obstruir la nariz,
eligieron la garganta
-yo hubiera elegido lo mismo dada la dimensiones de aquella-

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Ya no sé profetizar
no puedo decir que habrá un día que no aguante más
o que no haya cuerpo que aguante el dolor por cien años
no sé si verdaderamente seguiré así,
aparentando
escondiendo
aislándome cuál ermitaño en su montaña sagrada.
Yo sé que esta obsesión es un invento
sé que lo inventé yo
y sé también que ya a duras penas logro mantenerlo alejado de mi mente por ciertos periodos de tiempo que me ufano en llamar de calma. Pero no es lo que anhelo, que quede claro que me gusta el tormento y que lo saboreo como quién...



Su Ruina

Soy como un arqueólogo que cada cierto tiempo descubre cosas nuevas en esas ruinas que parecen ajadas y conocidas. Un arqueólogo busca con paciencia y método, con disciplina y fe, porque sabe que está buscando en el lugar correcto. Y aunque le han dicho que hay ruinas hermosas en otros lares, él prefiere su ruina, porque sabe de ella cosas que nadie más sabe; es su tesoro y también ese lugar que llama hogar.

Un arqueólogo sabe que habrá tiempos en que no encuentre nada nuevo y que incluso pueda sentir tedio de buscar indicios en los mismos recovecos que cree conocer de memoria. Pero es metódico y, más importante, confía plenamente que su ruina esconde aún más secretos; y sigue ahí, visitándola día a día, pacientemente, hasta que su humildad y su confianza le permitan ver eso que ha estado ahí siempre, pero que no ha sido capaz de encontrar aún.

Por eso el arqueólogo siempre se queda junto a su ruina, y la quiere como si fuera una parte de su propia existencia. Porque en su ruina, y sólo ahí, se siente seguro; y cuando duerme, descansa. Y cuando mira al cielo, no busca nada, porque sabe que todo lo que necesita está ahí, al alcance de su mano.

Hosco.

El poco contacto
el poco tacto
la poca piel
lo poca miel

con lo humano
con las personas
con las manos
con la garganta

en lo cotidiano
en lo diario
en lo extraordinario
en lo extraño

que se va
que se olvida
que se percibe
que se siente