15 Nov 2009

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De pronto me invadió la tristeza. Sentí el vacío y la desolación que se sienten cuando ya se sabe que no hay más remedio que esperar que las tragedias se sucedan unas a otras. No hay miedo del devenir, sólo una profunda resignación y "algo" que aprieta el pecho con insospechada delicadeza.

Los ojos llenos de esperanza ya no existen, desde hoy la infancia retrocede... como en los ojos de un niño envejecido por la guerra, las masacres, la muerte y la miseria.

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