10 Feb 2009

Desahogo! (Léase con rápidez y la repsiración agitada)

Generalmente me cuestiono el que me guste “cosas”. Me lo cuestiono según las reglas de comportamiento social que tiendo a interiorizar de mi medio, pero inmediatamente protesto contra la veracidad de tales reglas y la validez que tienen para mí: Son inventos creados por otros que no me interpretan ni me pertenecen en la medida que yo no lo deseo. Entonces, a este cuestionamiento, sigue si es bueno o no. Moralmente catalogo mi condición y mi réplica anterior como algo malo, pero me contesto en seguida que tal concepto de moralidad no es mío, y en la mediad que mi cuestionamiento no tiene repercusiones sociales ni afecta a otros, puesto que es secreto, pienso que primero tal moralidad no aplica en mí; mientras vuelvo a cuestionar la genealogía de ese bien y mal, debido que para mí no es sino otro invento que viene desde afuera que carece de valor para mí. Es aquí donde llegó directo al solipsismo que me tiene atrapado desde hace años. Me pregunto si mi condición es buena para mí, pero ya dejé de lado "lo bueno" porque ni si quiera sé porqué tengo que elegir lo que me hace bien, porque me doy cuenta que aún no soy capaz de descubrir los axiomas de mi existencia, no soy capaz de determinar el sentido que tienen las cosas; entonces entro en razón: las cosas no tienen sentido! terrible noticia para el ignoto lector, ánimo y potencialidad a borbotones para el sagaz y osado: evidentemente las cosas no tienen sentido, no hace falta mostrar más evidencia de aquello, ahora bien, ante tal situación desde hace uno o dos tiempos hasta acá estoy consciente que soy yo quien determina el sentido de las cosas que me rodean y en consecuencia yo soy el que ha de juzgar mis actos en virtud de lo que yo quiera. Así de drástico y estúpido para quienes temerosos de profundizar en la pregunta y llevarla hasta las últimas consecuencias han juzgado mi determinación, porque yo doy el sentido a las cosas en virtud de lo que me apetezca, en virtud de lo que mi sensorialidad y mi irracionalidad me evocan desde la distancia remota de mi alter ego, de ese ser que cohabita conmigo y es siempre un dejo de consciencia y racionalidad, frialdad y mesura; la sensación de poder de ser yo mismo la expresión de la voluntad humana trascendiendo las facultades propias hacia el infinito: Dios!

Para quien le interese la respuesta a mi cuestionamiento, ha de ser el sentido que según el momento yo le dé, cosa que carece de importancia en este momento.

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