Porque cuando sueño -hace al menos unos cinco o seis años- tengo cierta clara y vaga consciencia que es un sueño, aunque no puedo manejarlos sin evitar despertarme.
Hoy fue distinto. No porque haya adquirido algún tipo de poder sobre mi mundo onírico, sino porque te soñé, y a diferencia de absolutamente todas las veces anteriores, no quise retenerte en mi sueño.
Te dejé ir, y seguí durmiendo; seguí soñando con otras cosas y cuando desperté a penas recordaba tu rostro.
No, aún no has vuelto a ser ese sueño que no recordamos y que nos hace despertar alegres. Sí, es irremediablemente triste, para mí, sentir que me he enfriado tanto que quizá ya no pueda seguir escribiéndote (porque, enfrentémoslo, escribirte como invento creacionista es lo único que he hecho respecto a ti en los últimos años); y, sabes?, de algún modo le tenía cariño a la sola práctica de escribirle a tu recuerdo que parecía inmarcesible.
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