Querido Ernesto.
Acá las cosas están bien, ‘no tengo de qué quejarme’, como se suele decir, aunque los humanos siempre encontramos cosas por las que quejarnos. Hoy no te escribo por las quejas, ni para contarte de mí ni de mis problemas ni de mis sueños. Te escribo porque las ganancias de nuestro negocio se han duplicado este año y quisiera discutir contigo el futuro de dichas ganancias ora invertirlo en el mismo negocio u otro, ora retirar una parte de dichas ganancias para gasto personal de cada uno de nosotros.
Debo confesarte mi preferencia y es invertir en el negocio de los caracoles. He tenido la fortuna de adquirir una propiedad que se encuentra plagada de éstos bichos, por lo que me ha resultado una compra muy ventajosa. No quisiera apresurarme en tomar alguna decisión, pero en caso que no quieras invertir conmigo en este negocio yo te propondría retirar cada uno cierta cantidad de capital de modo de poder invertirlo o gastarlo según los caprichos de cada uno. Evidentemente no he tomado decisión alguna hasta escuchar tu postura y tus argumentos, pues respeto mucho nuestra sociedad. Si quieres saber más sobre los caracoles te ruego veas la revista de caracolicultura o te dirijas a la sociedad de protección de los caracoles, allí hay iniciativas similares a lo que pretendo, a saber, construir una casa de reposo para caracoles cansados de caminar. Si bien las posibles ganancias se limitarían a un gran camino de baba argentada, es un sueño que he tenido toda la vida y quisiera cumplir a la brevedad, pues como sabes, no sé cuántas cosas alcance a hacer antes que mi enfermedad me invalide.
De más está recordar, amigo mío, que de nuestro negocio no debes preocuparte pues mi parte ha de quedar en manos de mi hija Amapola, quién desde pequeña se ha mostrado interesada en la exportación de recuerdos de infancia y utopías. No te preocupes que a pesar de su corta edad ha aprendido raudamente los números e incluso sabe contar hasta el quince. Eso sí, tiene problemas con el nueve, suele olvidarlo, pero con un poco de paciencia y práctica estoy seguro que será una digna sucesora de mi gestión.
Espero que tu familia goce de una salud mejor que la mía y que vuestros críos sean hombres y mujeres de bien. A vuestra señora envío un libro de Melville, no es el que me pidió, pero sé que le gustara. Quedo atento a vuestra respuesta.
Se despide afectuosamente
Tomás Leyton M.
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