Algo tenía en mente
o en la punta de la lengua
o en alguna parte,
pero estoy seguro que tenía algo.
Algo que seguramente ya no puedo decir.
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Leí un libro.... mío. Es malo, pero es mío, igual que la canción de Guaripolo. Siempre quise ser como Sopapiglobo, tenía una sonrisa indeleble y una piel estirada y blanca, así como una esbelta figura además del hecho cierto y maravilloso donde se le observaba tocar una guitarra. A veces soy un mono de la tele, aunque preferiría ser Osvaldo, o el dueño de Osvaldo (Lucas), y que Margarita fueras tú, aunque nunca llegara mi mensaje simpático, o aunque terminaras siendo una frambuesa y ensuciaras todos mis libros con tu baba rosada. O tal vez finales poco felices. Pero aunque no sea Osvaldo ni Lucas, ni tú Margarita; aunque no sea Sopapiglobo ni haga el sonido del globo estrangulado, quisiera permitirme esta vez que sí fueras una frambuesa, una gigante, por supuesto; y que empantanaras mis libros de jugo y que mis manos se pegotearan con tus azúcares (que obviamente no pueden ser sucralosa) y me dieras un beso que me llene de preguntas.
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