El secreto está en no mirar directamente a los ojos. Entonces te acercas lentamente y, con un forzado desinterés y esbozando una mueca de despreció que pase desapercibida, le entregas un papel. El papel tiene que tener detalladas todas las instrucciones; con minuciosidad debes dictar paso por paso cada una de las etapas que se sucederán.
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