Las cosas no cambiaron tanto,
siguen donde mismo.
No fui capaz de remover tu fotografía de la pared,
ni tus recuerdos de mi mente.
Tampoco llegaron ideas nuevas
ni motivaciones distintas.
Sólo que a veces tu silueta se dibuja
en los cuerpos que van a contra-luz.
En las noches, cuando camino a casa,
hay un trayecto donde una luz me encandila.
Esa es la parte que más anhelo,
porque cada vez que viene alguien en sentido contrario
puedo imaginar y creer que eres tú.
Algunas veces vienes sola y apurada,
con la cabeza gacha y simulas no querer levantar la vista.
Otras veces te he visto con alguien,
de la mano. Debo reconocer que no es lo que más me agrada,
pero así y todo me gusta esa especie de victimzación,
me agrada ese dolor ligero y la tristeza ineludible de la escena.
Otras veces vienes en un grupo,
pero entonce me cuesta saber cuál eres.
Aunque creo que ya van tres años desde entonces
no pierdo la esperanza ingenua de encontrarte.
Pero ya no es como antes,
no es que de verdad lo crea,
sino que me permite jugar un poco con mis sensaciones
y saber que de verdad las cosas no han cambiado tanto.
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