8 Feb 2009

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Hay chispas etéreas e inciertas en mi cabeza
que inundan las ideas y anegan toda posibilidad de lucidez y coherencia.
Las chispas se hacen llamar estrellitas de cuando en vez
y pretenden hacer notar su presencia constriñendo el cráneo
y apresando toda actividad sináptica
en telas inteligentemente tejidas para la ocasión.
El cerebro es atacado por el mismo tálamo que siempre ha querido rebelarse,
cosa que las chispas supieron incitar sigilosamente,
y con una estrategia infalible decidieron apoderarse de todo lo que anhelaban:
los sentimientos. Se apoderaron de la angustia
y la consumieron poco a poco,
la degustaron con placer para seguir con la amargura,
su sabor las cautivó y las hizo cabilar.
En ese momento una neurona roída por dentro
logró espantar todo aquel sueño de estrellitas
y el delirio continuó
para seguir el camino irrestricto hacia el callejón obscuro
que termina en el tierno abrazo de bienvenida.
Ya no quedan chispas etéreas ni dulces sueño,
la intransigente vida la agobia de nuevo
y no es capaz si quiera de recordar la ultima vez que se sonrojó
cuando estuvo al lado de ella.

Creo que lo que en definitiva no recuerda
es si fue que estuvo con ella o no.

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