21 Apr 2016

Hoy fui al consultorio a inscribir y me hicieron el Examen de Medicina Preventiva para Adultos (EMPA). Estaba sano según me dijeron. A mí me pareció una ironía increíble.

19 Apr 2016

Sacudir el polvo

Con la calma de las mariposas, que sabiendo de la frugalidad de sus días sólo despiertan en la primavera, me tomaré un par de hojas en sacudirme el polvo de estos años que han pasado ligeros, o quizá no tanto. Rastro, mucho, sinceramente no ha quedado. Lo estacionario de mis días, el frío de las noches, el constante despertar en mitad del sueño para mirar el techo o la ventana que durante mucho tiempo estuvo empañada. La monotonía de un año completo en la ciudad me agobió; desgastó mis ganas de soportar relaciones humanas tediosas y fue royendo desde dentro mis fuerzas. También la sonrisa, esa grieta tímida que se instalaba de cuando en vez en medio de la regularidad parsimoniosa de la rutina.
Es cierto, todo ocurrió en relativa calma, porque así son las cosas conmigo: fue con calme que detesté las respuestas del cielo a mis preguntas, que aborrecí el amanecer por un sueño empapado de soledad y que me fui ahogando en el obscuro océano de letras que emerge tras las pantallas y los libros que visité a diario. Fue con calma que me encontré caminando solo bajo la lluvia de humanos que acontece en santiago día tras día. Y fue con calma que esperé, como quién espera que caiga la noche en algún punto incierto del día, encontrar una ocupación que me sacara de la infinita agonía de la vida que se proyecta a si misma en un tubo de ensayo. Porque también fue con calma que aguanté los insultos, la presión, la incomprensión, las miradas desdeñosa, las preguntas que no esperan respuestas, los juicios kafkianos tremendamente impersonales. Porque no podría haber sido de otro modo; y aunque reconozco haber perdido la paz más de una vez, no fue difícil encontrarla de nuevo incluso entre los cartones corrugados que estaban tirados en el fondo del sucucho o en el estoicismo de esa huerta que año tras año levanté para darle un poco de color al patio.
Y es que la calma ha sido mi música de fondo durante tantos años, casi tantos como la nostalgia o los juegos. Porque a pesar de estar destruido por dentro y sentir dolor incluso donde no imaginé que podría doler, fue con calma que te fui a dejar a la clínica en que te visité por tres semanas ininterrumpidas. Y fue con calma que leí tus cartas con faltas ortográficas y frases infantiles, y te quise con la calma de las estaciones que se suceden unas a otras. Fue con calma que separamos nuestros caminos y fue con calma que te encontré de nuevo en Ecuador, aunque con otro acento, otra mirada, otra historia. Fue con calma que sentí como disparabas a quemaropa ese tiempo que terminaron siendo casi dos años. Con calma he visto pasar la vida estos últimos años, como quién mira la lluvia caer incesante a través de la ventana empañada por la propia respiración. Con calma te conocí de nuevo, o al menos eso creo. Aún está por verse, aunque me gustaría pensar que esta vez sí te quedarás conmigo bajo esta forma, al menos el tiempo suficiente como creer que no se puede ser otra cosa más que feliz.


Estoy en el vórtice,
a punto de caer
de bruces
de espalda
de poto.
Espero,
desesperanzadamente,
no caer solo esta vez
como otras veces.